Entrevistas
Federico Supervielle Bergés
Teniente de navio y autor de «El Albatros y los piratas de Galguduud»
¿Quién es Federico Supervielle Bergés?
Soy marino de guerra, tengo 28 años y nací en El Puerto de Santa María (Cádiz), aunque he vivido en muchos sitios, ya que mi padre también es marino. Actualmente en el empleo de teniente de navío, estoy realizando la especialidad complementaria de Sistemas de Combate. Esta especialidad engloba las antiguas Artillería, Electrónica y Armas Submarinas y se centra en el estudio de los sensores y armas de los barcos y en su empleo táctico. A partir de verano pasaré destinado de nuevo a un barco para ejercer esta especialidad. Desde que finalicé mis estudios en la Escuela Naval en 2014 he estado destinado en la fragata Victoria, como oficial de Electrónica y controlador de helicópteros, y en el BAM Tornado, como Jefe de Operaciones, Sistema de Combate, Control del Buque, Trozo de Visita y Registro y otros cometidos. He participado en la operación Atalanta de la Unión Europea, luchando contra la piratería en aguas próximas a Somalia, y en un despliegue cooperativo de seguridad en el Golfo de Guinea. Soy Máster en Seguridad, Paz y Conflictos Internacionales por la Universidad de Santiago de Compostela y, después de haber vivido en el extranjero varios años, me defiendo bastante bien en inglés. Tengo la suerte de que hayan publicado algunos artículos míos en la Revista General de Marina y el Instituto Español de Estudios Estratégicos. Soy aficionado al deporte y a la lectura.
¿De dónde viene la vocación de escribir novelas como "El Albatros y los piratas de Gulguduud"?
Siempre me ha gustado mucho leer y dicen que, al igual que todo escritor lleva un gran lector dentro, todo gran lector es un escritor en potencia. De pequeñito, mi madre me decía que algún día sería escritor y, de hecho, llegué a ganar algún concurso de cuentos o historias cortas. Me encanta el universo Jack Ryan de Tom Clancy, la serie de Aubrey & Maturin de Patrick O'Brian (en los que se basa Master and Commander) y Harry Potter. En un tono más castizo, Reverte y Posteguillo. Durante los cinco años que pasan en la Escuela Naval, los futuros oficiales embarcan al menos un mes al año en unidades de la Flota. En mi tercer curso, tuve la suerte de embarcar en el BAM Relámpago mientras pasaba una calificación operativa (CALOP) para desplegar en la operación Atalanta. La CALOP se desarrolla a lo largo de varias semanas en las que el barco es sometido a un intenso calendario de ejercicios que simulan las más demandantes condiciones que podría encontrarse en la misión. Allí aprendí de primera mano cómo se desarrolla una misión contra la piratería y cómo funcionan los modernos Buques de Acción Marítima. Con solo 21 años, fueron dos cosas que me marcaron. Unos meses después, se me ocurrió escribir un libro y me pareció que el asunto de la piratería en Somalia daba pie a novelar sobre él, aprovechando también para incluir un BAM en la historia. Siendo un tema del que tenía algunos conocimientos, pensé que la labor sería más sencilla. A pesar de ello, tardé más de cinco años en escribirlo. Durante ese periodo participé en la operación Atalanta a bordo de la Victoria y estuve dos años destinado en el BAM Tornado, con lo que adquirí aún más experiencias que me ayudaron a terminar la historia.
¿Cuánto hay de real en la novela?
La novela es una obra de ficción, es decir, los personajes y los hechos que tienen lugar son fruto de mi imaginación. Y, como se suele decir, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Sin embargo, la situación que se expone es muy real. Durante varios años, la navegación por el Índico y, en concreto, el Golfo de Adén, era un auténtico peligro. Al ser atravesada por la ruta que une Asia y el Oriente Medio con Europa a través del Mar Rojo y el Canal de Suez, el volumen de tráfico marítimo en la zona es enorme. En el año 2009 hubo más de 150 ataques piratas, de los cuales casi 50 fueron efectivos. En el año 2010 las cifras fueron similares. A partir de 2011, gracias en gran parte al empeño de la comunidad internacional y, en concreto, de la fuerza naval de la Unión Europea, se consiguió reducir el riesgo y hoy en día, aunque sigue habiendo incidentes, son mucho menos habituales. Las descripciones de los barcos y el desarrollo de las escenas de acción son también fieles a la realidad. Con esto no quiero decir que las cosas se hagan exactamente como se describe en la novela, pero sí que podrían hacerse así. Evidentemente, para que la historia genere cierto interés en el lector, me tomé una serie de licencias literarias. Pero todo lo que se describe es posible. Poco probable, en algunos casos, pero posible.
¿Y en sus personajes?¿Hasta qué punto se basan en la vida del propio autor?
Los personajes no están basados en mis experiencias personales ni en las de nadie que conozca. Evidentemente, es imposible no plasmar parte de tus vivencias al hablar de algo que has conocido tan de cerca. Pero ningún personaje es reflejo de personas reales. Quizás algunos estén construidos con rasgos mezclados de otras personas, pero más por simple inercia del autor, que al fin y al cabo ve el mundo desde la perspectiva que ha conocido, que por voluntad. En concreto, no me identifico con el protagonista, ni creo que nadie que me conozca lo haga. Tampoco con ninguno de los personajes secundarios. Por currículo, quizás me parezca a alguno de los hermanos del protagonista, que apenas aparecen en la novela... a cuál de los dos lo dejo en manos del lector.
¿Es cierto, como se deja ver en el libro, que los marinos militares ven hasta cierto punto frustrada su ansia de aventura al ingresar en la Armada?
No creo que sea cierto. Una de las cosas más bonitas de nuestra profesión son las experiencias que ofrece. Pocos de mis compañeros de colegio han tenido, a nuestra edad, las oportunidades que he tenido yo gracias a mi trabajo. Los impulsos del protagonista, que decide buscar aventuras en otra parte, no son más que una herramienta del autor para destacar eso mismo, su ansia de aventuras. En la Armada hay personas de todo tipo, al fin y al cabo no somos más que una parte y un reflejo de la sociedad a la que servimos. Esto quiere decir que, como en todas partes, hay gente que está auténticamente enamorada de su trabajo y otros que no tanto. Yo tengo la suerte de encontrarme entre los primeros. Además, hay que añadir que nuestra profesión es fundamentalmente vocacional, por lo que es más raro encontrarse con personas desmotivadas; más bien lo contrario. En cuanto al ansia de aventuras en particular, tenemos la suerte de vivir una época en la que las grandes guerras parecen haber dado paso a otro tipo de conflictos. Si bien a cualquiera le gusta demostrar lo bueno que es en su trabajo y ver cómo el esfuerzo en la preparación se ve compensado con una buena ejecución, nadie mejor que los militares sabe las nefastas consecuencias que puede tener un conflicto armado. Los soldados sedientos de sangre quedan muy bien en las películas pero los de verdad tenemos la cabeza bastante más asentada.
Pasando a la aventura que narra el libro: ¿Hay base legal para que algo así pudiese llevarse a efecto?
Estoy lejos de ser un experto en derecho internacional, pero precisamente esta es una de las licencias literarias que me permití al escribir el libro. Como se dice en la novela, hace ya muchos años que la comunidad internacional rechazó el empleo de corsarios. Por otra parte, no deja de ser cierto que, en el ámbito terrestre, una serie de compañías de «seguridad» han dado servicios que podrían considerarse de «mercenarios» en los últimos años. Quizás la más conocida, aunque no la única, fuera Blackwater. Esto también se ha extendido a la mar: precisamente en Somalia, sobre todo en los peores años, muchas navieras contrataban equipos privados de seguridad para sus barcos. Esto generó muchos problemas legales: ¿quién tiene jurisdicción en alta mar? ¿El país de bandera del barco? Complicado de aplicar, existiendo como existen numerosas banderas «de conveniencia». Y, aún así, ¿con qué autoridad podían usar la fuerza contra los piratas? Prácticamente quedaban limitados a la auto defensa, y cuidándose mucho de no excederse en su aplicación (proporcional, necesaria, no provocación, no represalia, etc.). En esto hay que distinguirlos de los equipos de seguridad militares que, bajo el auspicio, en el caso de Atalanta, de una resolución de las Naciones Unidas, embarcan en los mercantes críticos para darles protección a su paso por la zona de operaciones. Estos equipos están sujetos a las reglas de enfrentamiento de la operación y pueden hacer uso de la fuerza de acuerdo a estas.
¿Son las BAM tan buenos buques como cuenta la novela?¿Son el tipo de buque que España necesita?
¿Son tan buenos? Sí. Sin duda. He tenido la suerte de estar dos años embarcado en el Tornado y puedo testificarlo. Son barcos muy marineros, capaces de desarrollar una amplia gama de misiones, con una dotación reducida pero capacidad de operar con helicópteros, servir de plataforma para equipos de operaciones especiales y un largo etcétera. Además, son capaces de defenderse a sí mismos en escenarios de baja y media intensidad. Son una maravilla. Pero tenemos que tener claro que no dejan de ser patrulleros. Súperpatrulleros, sí. Pero no son fragatas, ni destructores. No son anfibios, portaaeronaves o petroleros. Ni submarinos. Sus misiones primarias no son las guerras antiaérea, antisuperficie y antisubmarinas convencionales. Por tanto, a la segunda pregunta, la respuesta es que sí, España necesita BAM, pero también necesita otra clase de barcos, aeronaves y otras unidades para mantener las capacidades que tenemos y garantizar la seguridad.
¿Son realistas la cifras que se dan en la novela en cuanto a la financiación de un proyecto de éste tipo?
Las cifras que se dan son realistas (no exactas, ni mucho menos, pero realistas). Lo que no puedo decir si es realista es que una corporación privada pueda asumirlas, aunque me imagino que sí. Que esté dispuesta es otra cosa... De lo que no se habla en el libro es de todo lo que hay detrás del despliegue de un barco de guerra. Material, personal, combustible, avituallamiento, repuestos, mantenimientos, munición. No me atrevo a decir, porque no tengo los datos, que superen en un solo despliegue el precio del barco, pero tampoco me sorprendería.
En un contexto en el que cada vez más la guerra se está privatizando (hemos hablado sobre ello en artículos como éste sobre los Mercenarios Rusos) ¿tendría sentido recuperar la figura del Corsario y conceder patentes de corso a operadores privados?
La pregunta es, sin duda, compleja. Efectivamente, la tendencia actual es a privatizar del uso de la fuerza. Casi podríamos decir que, desde la aparición del Estado moderno, lo que hemos vivido es un paréntesis en el que el Estado ha monopolizado el uso de la fuerza, ya que en otras épocas históricas no era así (pensemos en la Edad Media y el sistema feudal). Si esto es bueno o no, es fruto de debate. A priori, el monopolio del uso de la fuerza por los Estados ha permitido alcanzar el actual grado de seguridad, por lo que la mayoría de los entendidos se resisten a permitir la privatización de la violencia. Mi opinión personal va en esta línea, valorando también que es preferible tener algo tan delicado como la seguridad en manos de individuos y organizaciones que se rigen por valores morales que dejarlo en manos de aquellos que solo lo hacen por dinero. Todo esto no quita que algún actor internacional decida aprovechar la figura del corsario a su favor, como bien hizo Gran Bretaña contra la Armada Española en su apogeo (alguno llegó a Sir, como el infame Drake). Eso sí, la legislación internacional lo prohíbe, así que tendría que hacerse obviándola o, al menos, jugando con sus límites.
Volviendo al libro, aunque las escenas de acción están perfectamente narradas, la experiencia nos dice que quizá deberían ser algo más sucias y confusas. ¿No cree que Paco y el resto de operativos son quizá "demasiado buenos" en lo suyo como para resultar realista?
Dicen que es habitual que los autores nos enamoremos de nuestros personajes y no queramos que les pase nada malo. Es una situación que he intentado evitar, como el lector podrá comprobar, ya que algo de suciedad y confusión hay. En este caso, creo que la licencia literaria radica en otro aspecto: el Albatros consigue reunir un equipo de operativos de élite que difícilmente tendría réplica en el mundo real. A pesar de que, sin duda, las situaciones de combate cercano en la vida real son sucias y confusas, el adiestramiento y la preparación hacen mucho. Es difícil que un grupo de piratuchos con unos pocos AK-47 puedan hacer mucho contra un equipo adiestrado y equipado conformado por operativos de élite y con la iniciativa y la sorpresa de su parte. De hecho, los equipos de operaciones especiales europeos han tenido varias actuaciones en Somalia y ahora mismo no me viene a la cabeza que hayan sufrido ninguna baja. Algo similar se narra en la película Capitán Phillips.
Después de compartir más de 300 páginas con Pablo, Jaime, Joseba y los demás, uno se queda con la sensación de que quedan demasiadas cosas por contar. No solo nuevas aventuras sino también sobre la historia de cada uno de ellos... ¿Tendremos segunda parte?
Habrá segunda parte, si soy capaz de terminarla. Esta vez voy bastante mejor y solo me quedan un par de capítulos (voy por la parte sucia y confusa). Hablo del primer borrador... luego queda revisarlo, corregirlo, volverlo a revisar, volverlo a corregir, etc. Y, después, el proceso de publicación: portada, maquetación, presentación a editoriales o concursos... Por suerte, es más fácil recorrer un camino por segunda vez y más con la cantidad de feedbackpositivo que estoy recibiendo de El Albatros. La primera vez escribía sin saber si quiera si el libro vería la luz. Ahora por lo menos estoy razonablemente seguro de que a algún insensato le gustará. Sobre la historia de cada uno de ellos, también tengo por ahí el proyecto de un proyecto...
La operación 'Atalanta' en la novela de un gaditano
'El Albatros y los piratas de Galguduud' es el título del libro escrito por el oficial de la Armada Española Federico Supervielle Bergés
Aguas del océano Índico, frente a las cosas de Somalia. Militares de la Unión Europea, entre ellos españoles, luchan contra la piratería desplegados en la operación 'Atalanta', que se puso en marcha en 2008, para proteger a los barcos del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas y mantener la seguridad del tráfico marítimo en la zona.
Una misión en la que ha estado desplegado el oficial de la Armada Española y ahora también escritor, Federico Supervielle Bergés, que ha plasmado su experiencia en la novela 'El Albatros y los piratas de Galguduud'. Federico desplegó en el Índico durante seis meses a bordo de la fragata 'Victoria', cuya base se localiza en Rota, poco después de finalizar sus estudios en la Escuela Naval Militar.
Y es que, como señala el autor, «en virtud a distintas resoluciones de las Naciones Unidas, la Unión Europea lleva diez años combatiendo la piratería en el Cuerno de África. Numerosos gaditanos han participado en la operación Atalanta a bordo de los barcos de la Base de Rota y otras unidades de la Armada».
Una dotación de gaditanos
El argumento de la novela de este gaditano nacido en 1990 en El Puerto mezcla realidad y ficción. Hace 10 años, cuando se puso en marcha la operación 'Atalanta', «los ataques a todo tipo de buques que atravesaban el Golfo de Adén y navegaban en las proximidades de Somalia pusieron en jaque a la industria marítima mundial», señala el autor. «La principal ruta que une Europa con Asia y Oriente Medio estaba en peligro. La comunidad internacional tomó la determinación de poner fin a esa situación y la Unión Europea se ofreció a desplegar una fuerza naval en la zona con el fin de proteger el tráfico marítimo», continúa.
«Pero, ¿qué habría pasado si no se hubiesen llegado a alcanzar esos acuerdos? Esta es la premisa de la que parte 'El Albatros'», explica. «Un millonario afectado por los ataques piratas decide tomar cartas en el asunto y la Bahía de Cádiz parece ofrecerle la solución que necesita: un barco con las características idóneas y una dotación preparada para hacer frente al desafío». Una dotación ficticia de gaditanos que hace frente a los despiadados piratas mientras intenta resolver el misterio de por qué atacan ciertos barcos.
«Mi familia es gaditana y he querido plasmar en la novela algunos de los lugares más emblemáticos de la zona y dotar a los personajes de ese espíritu marinero tan gaditano», afirma el autor.«Una vez que los protagonistas se dirigen a Somalia, la novela va desvelando las tareas que se llevan a cabo en la lucha contra la piratería, explicadas en un lenguaje claro y llano, pero con todo lujo de detalles. A pesar de que todos los sucesos que ocurren son ficticios, su verosimilitud es incuestionable», detalla. «Mi participación en la operación 'Atalanta' me inspiró a escribir esta novela en la que se recupera el antiguo termino de 'corsario' para describir a un barco de guerra particular, que lucha contra los enemigos de una nación sin formar parte de sus Fuerzas Armadas», apunta.
Peligro en la mar
Respecto a la situación en el Cuerno de África, Supervielle destaca que, «si bien el momento álgido de la piratería en Somalia se puede situar alrededor del año 2011, la inestabilidad del país sigue haciendo de caldo de cultivo para este tipo de actividad. Es por esto que la Unión Europea, con la participación de España, mantiene una agrupación naval en la zona como medida disuasoria y con el objeto de cooperar con los actores locales para minimizar las posibilidades de resurgimiento de los grupos piratas».
«Por otra parte, el Golfo de Guinea, en la costa occidental de África, se está convirtiendo en un nuevo foco de ataques violentos en la mar. En concreto, las aguas cercanas a Nigeria son consideradas de las más peligrosas del mundo en estos momentos. España también se ha implicado en esta zona con sucesivos despliegues de patrulleros oceánicos», puntualiza desde su experiencia.
Sobre el autor
'Fede' Supervielle Bergés es oficial de la Armada Española y ha estado destinado a bordo de la fragata 'Victoria' y del patrullero 'Tornado'. Ha participado en la misión anti piratería de la Unión Europea en el Índico y en un despliegue de seguridad cooperativa en el Golfo de Guinea. En el ámbito castrense, es controlador de helicópteros y buceador, y está en posesión de la Medalla al Mérito Facultativo Naval de la Marina de Méjico y la Medalla al Servicio de la Política Europea de Seguridad y Defensa. Además, es Máster en Seguridad, Paz y Conflictos Internacionales por la USC y ha escrito artículos para la Revista General de Marina y el Instituto Español de Estudios Estratégicos.